Lucen contritos: hombros recogidos, barbilla baja y cuello de camisa vuelto hacia arriba como si tuvieran frío. Son los regresantes a las filas del Gobierno; los que antes tuvieron voceada y entusiasta pasantía en la acera de enfrente. ¿Por qué vuelven? Porque cada voto cuenta y su triste desandar pudiese hacer creer a los incautos que la oposición fenece y que sus roedores comienzan a desmontarse del "autobús del regreso". Estos peregrinos en retorno se hicieron figuras precisamente porque se fueron; ahora repiten el formato a la reversa y siguen siendo "figuras". Recuerden Uds. que el desfile lo encabezó hace años un comandante que juró en Güere y después contrató cloqueos contra Chávez en "Globovisión". Pero ese al menos fue alguna vez valiente. Otra calaña tienen los de ahora: uno de ellos se devuelve de soslayo dando brinquitos, y un par lo hace con frontalidad pero no por valientes sino por impúdicos (¿no aguantaron más de una pedida, para decirlo en vulgar?)
¿Pero qué hizo la revolución? ¡Lo insólito! Aceptarlos a todos como a hijos pródigos que retornan a casa con los remos averiados. Ahora el sorprendido soy yo. Para mí lo prodigioso es la ingenuidad revolucionaria; o para decirlo en más, su cabronería. Este ha sido uno de los problemas de Chávez: apoyarse en sumisos y no en leales. ¿Y qué mayor sumisión que la que aporta un regresante? Es la plastilina perfecta para moldear un "yes man" que lo sea en Castellano, y que jamás ose contradecir lo que el "magister dixit". Este es uno de tus problemas, Hugo, sí; y te perjudica. Y a nosotros también nos perjudica -me refiero a la Izquierda genuina esté contigo o no lo esté, que también la segunda existe-.
No quiero decir con todo esto, fíjense Ustedes, que la derecha no tiene sus personajes. ¡Como que si los tiene! ¡Y percibo que son peores!! Este J.C. Caldera que admite ser lo que es porque no le quedó más opción, es una pobre muestra de lo que ocurre en esa banda. Cada vez que me disgusto con Chávez, que son muchas, o con el PSUV, que son más, recurro a un viejo truco que aprendí en mi práctica psicológica: me presento a mí mismo un estímulo aversivo que modifique mi comportamiento. Ese estímulo aversivo, en mi caso, es oir a la oposición, leerla o enterarme de lo que hace. Con esto basta para que el disgusto decrezca y me quede yo nada más que rezongando o escribiendo.
Y a ejemplo actual me remito: el video del J.C. de marras atenuó en algo el disgusto y la vergúenza que me produjo la ominosa bienvenida a los regresantes oficiales. No hizo desaparecer ese disgusto y esa vergüenza del todo, pero los alivió. Ahora estoy en el momento en que me quedo rezongando, como me ocurrió todo el día de ayer; o escribiendo, como amanecí hoy. A las 2.33 minutos de esta madrugada prendí esta pantalla para resolver mis males. Ahora voy a desayunar; antes me tomaré un digestivo para evitar más tarde tener que ingerir un vomitivo. Tengo el estómago revuelto. ¿Qué creen Uds. que pudiera ser?